Dos sonetos limeños
El verbo se hizo carne en hueso ajeno,
relájate, cabrón, ríndete un poco,
cuéntame que tal vez, vuélveme loco,
sírvete un pisco castamente obsceno.
Me endemonio, me enquisto, me gangreno,
me exhibo tanto cuando me equivoco
que el zumo del ayer me sabe a poco
y el de mañana me desgana el freno.
Varado en el Perú mato y escribo
insomne, goliardesco, desahuciado,
sin acusar acuses de recibo.
Inmune al aguijón del agraviado,
ni Juan Lanas ni Boss ni casto divo,
cautivo de un vivir tan de prestado.
2.
El Country Club sin Bryce y sin Alfredos
portandísimos pésimos conmigo
multiplica la ausencia del amigo
que ve tan doble como mis quevedos.
Chabuco de los húmeros malquedos
que ponen a Vallejo por testigo,
del huaino de las quenas del ombligo,
de mis amaneceres, de tus miedos.
Le falta sal a Lima cuando bajo
al bar y no me esperas en tu silla
y el cielo es una mancha del carajo
y el corazón en solfa bastardilla
y dos pájaros tristes sin trabajo
y un manco de Lepanto en cada orilla.
Joaquín Sabina "Dos sonetos limeños". Interviú, 4ª semana, diciembre 07
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