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viernes, 12 de marzo de 2010

Adiós D. Miguel

La primera vez que me topé, o me hicieron topar (creo que en la escuela), con Miguel Delibes fue a través de "El camino". Para mis 11 ó 12 años que tenía (donde andarán) fue todo un descubrimiento. Comprobar como describía con una nitidez escalofriante, a través de Daniel, el pueblo, el campo de Castilla, ese campo que tenía a unos pocos kilómetros y que nunca lo había visto de esa manera (o , por lo menos, apreciar), esas vivencias infantiles que dejamos atrás sin valorarlas lo suficiente ... supuso toda una "revelación".
Desde entonces me ha acompañado, a través de sus libros, todos estos años. He tenido la suerte de conocer su entorno, su casa allá en el norte de Burgos donde pasaba los veranos(e imaginar que allí escribía), conocer unos días a uno de sus hijos (Germán Delibes) durante una campaña arqueológica, en fin, impregnarme un poquito, muy poquito, insultantemente poquito de sus raices.

Mil veces creo haber votado en diversos foros su nominación a los Nobel y mil desilusiones me he llevado porque si hay alguien en España que, como persona o escritor lo merecía, ese era Don Miguel Delibes.

Y con que obras quedarme? hay tantas, no sé, El camino por ser la primera, Las ratas (como no imaginarse la cueva de Nini y el Ratero), El Hereje, pero si tengo que quedarme con una de entre todas, me quedaría con "Cinco horas con Mario", me parece una obra sublime, un monólogo crítico con el provincianismo, reflejo de la España de Franco, impresionante.

Una de sus pasiones era la caza y leo en un artículo de El País, algo que no hace más que reafirmarme en la persona y personalidad de Miguel Delibes:

El hombre-cazador debe esforzarse, por ejemplo, porque este duelo se aproxime al rigor que presidía los torneos medievales: armas iguales, condiciones iguales. Por sabido, la perdiz no podrá disparar sobre nosotros, pero nosotros quebraremos el equilibrio de fuerzas, incurriremos en deslealtad o alevosía, si nos aprovechamos de sus exigencias fisiológicas (celo, sed, hambre), de sofisticados adelantos técnicos (transmisores, reclamos magnetofónicos, escopetas repetidoras), o de ciertos métodos de acoso (batidas, manos encontradas) para debilitarla y abatirla más fácilmente. De aquí que yo no considere caza, sino tiro, al ojeo de perdiz y recuse la caza del urogallo -mientras canta a la amada, a calzón quieto-, por considerarlo un asesinato. En una palabra, para mí, la caza exige un desgaste, una cuota de energía -cada cazador debe elaborarse por sí mismo su propia suerte- y un respeto por el adversario, lo que equivale a decir que el éxito de una cacería no depende del morral más o menos abultado conseguido al final de la jornada, sino del hecho de que nuestros planteamientos tácticos y estratégicos hayan sido acertados y al menos en alguna ocasión hayamos logrado imponerlos a la difideñcia instintiva de la pieza.

Artículo "La caza: mi punto de vista" (Miguel Delibes)El país 17/10/1982


En definitiva, sólo una cosa me queda por decir, GRACIASSSSSSSSSS, D. MIGUEL