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jueves, 21 de enero de 2010

Sherlock Holmes


Hace unos días fui a ver la película de Sherlock Holmes (muy entretenida) y mucha gente se preguntaba si, realmente, había sido un personaje real o ficticio.
Fue tal la fama que alcanzaron las aventuras del ilustre detective que su autor tuvo que optar por darle una muerte que, como veremos, no fue del agrado de nadie.

Creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle, este detective deductivo de novela, y sobre todo de relatos, creció tanto en su época que su creador decidió acabar con él. La publicación de la historieta en la que el gran enemigo de Holmes, el profesor Moriarty, moría junto con Holmes en las cataratas de Reichenbach, por una trágica caída, provocó un aluvión de quejas y reclamaciones. En Londres las calles comenzaron a llenarse de personas que llevaban crespones negros en señal de luto por el detective, y queja por su muerte, y hasta la familia real británica expresó su consternación por el fallecimiento del personaje.

El periódico en el que se publicaban las historias de Holmes escritas por Doyle se vio al borde de la ruina debido a tan trágico hecho. Unos 20.000 suscriptores se dieron de baja tras la muerte del personaje, por lo que parece que eran tantos los que compraban el diario simplemente para leer puntualmente las historias de nuestro protagonista.

Todas estas presiones hicieron que Sir Arthur Conan Doyle se replanteara su decisión y resucitara a su gallina de los huevos de oro (esto seguro que también tuvo su peso en la decisión) en el caso de La casa vacía. Por cierto, hasta la misma madre del escritor se unió a las peticiones para que Sherlock Holmes siguiera viviendo aventuras y resolviendo misterios.

Informe confidencial: la figura del detective en el género negro, de Martín Escribá y Sánchez Zapatero

lunes, 18 de enero de 2010

La Peste (Albert Camus)

¿No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en él y que luche con todas sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo dondo Él está callado? (pag. 122, Editorial Edhasa, 1988)

Llegó a suceder que los féretros fueron escasos, faltó tela para las mortajas y lugar en el cementerio. Hubo que reflexionar... Así, en lo cque concierne al servicio de Rieux, el hospital disponía en ese momento de cinco féretros; una vez llenos, la ambulancia los cargaba. En el cementerio, se vaciaban las cajas.... Los féretros de regaban con una solución antiséptica, se volvían a llevar al hospital y la operación recomenzaba tantas veces como era necesario. (pag. 164, ed. Edhasa, 1988)

Por esto es por lo que no he tenido nada que aprender con esta epidemia, si no es que tengo que combatirla al lado de usted. Yo sé a ciencia cierta ... que cada uno lleva en sí mismo la peste, porque nadie, naie en el mundo está indemne de ella. Y sé que hay que vigilarse a sí mismo sin cesar para no ser arrastrado en un minuto de distracción a respirar junto a la cara de otro y pegarle la infección. Lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca. El hombre íntegro, el que no infecta a casi nadie es el quie tiene el menor número posible de distracciones. !Y hace falta dal voluntad y tal tensión para no distraerse jamaás!. Sí Rieux, cansa mucho ser un pestífero. Pero cansa más no serlo. Por eso hoy día todo el mundo parece cansado, porque todos se encuentran un poco pestíferos... (pag. 234, ed. Edhasa, 1988)



Leyendo "La Peste" de Albert Camus entiendo porqué hay libros que trascienden épocas, tendencias, modas y que siempre están de actualidad, siempre nos muestran una visión de la vida de las personas, de sus pensamientos, de sus sentimientos, que podríamos extrapolar a cualquier época pasada o futura.
La Peste es uno de esos libros que se deben leer tranquila, reposadamente una y más veces. Nos muestra la vida en su estado más estremecedor, en ese estado en el que la muerte te ronda de cerca, te roza, te acaricia, convive contigo y hace que saques lo más profundo de ti, lo más sucio, lo más noble, lo más escondido, aquello que pensabas que no tenías.
La peste convierte al al asesino en un filósofo de la vida, al sacerdote en un ser lleno de dudas existenciales, al enamorado huidizo en el ser más comprometido con la gente, al loco en cuerdo, al cuerdo en demente, al altivo en humilde, la peste todo lo cambia, todo lo iguala.

Uno de los mejores libros que he leído, eso sí, degustadlo con toda la tranquilidad del mundo, deleitaros en su lectura.

La Peste

Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se
produjeron en el año 194... en Oran. Para la generalidad resultaron
enteramente fuera de lugar y un poco aparte de lo cotidiano. A primera
vista Oran es, en efecto, una ciudad como cualquier otra, una prefectura
francesa en la costa argelina y nada más... (LEER MÁS)