Al final de la mañana del lunes no había sino bruma sobre el mar de Santander; pero por la noche, cuando los músicos de Joaquín Sabina esperaban al artista en la playa de La Magdalena, frente a las aulas de la Menéndez Pelayo, ya aquel era un pueblo con mar, dispuesto a escuchar al autor de algunas de las canciones que son parte de la memoria sentimental de décadas de España. Y de América.
Sabina llegó poco antes de las nueve, por carretera. Él dice que le da morbo la carretera, asociada al rock y a la poesía; para él, Jack Kerouac es una referencia, a veces lo lleva en la mesa de noche de ese transporte de día...
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Yo estuve, el pasado 28 de julio, viendo su concierto en Gijón y, realmente, fue impresionante. Dos horas y media de concierto (mucho más que el concierto de Madonna en el Calderón) ante 8.000 personas, jovenes, adultos y más que adultos. La puesta en escena, sus sonetos entrecortados, sus monólogos (con especial referencia a su gatillazo y suspensión del concierto de Gijón del 2005 y a Ángel González) y, sobretodo, sus canciones, hicieron que todos saliéramos de allí alucinados.
El único pero que le pongo, y no es un pero pequeño es que, teniendo como tiene, más de 18 discos, repite hasta la saciedad unas cuantas canciones que llevo escuchándole en todos sus conciertos desde hace años.("Y sin embargo", "la canción del pirata", "y nos dieron...")
Bien es cierto que en este me sorprendió con canciones como "conductores suicidas", "medias negras", o "peces de ciudad"...
En definitiva, y salvo ese "pero", Sabina es Sabina, nunca defrauda y nunca, nunca, te llevas mal sabor de boca, al contrario.